Esta
mañana los he visto, ha sido horrible. Había visto a alguno por
aquí, no de cerca y no muchos. Esta mañana eran cientos, quizá
miles, iban andando con sus pasos descoyuntados, como si fuesen cojos
o minusválidos sin muletas. Algunos arrastraban los pies, otros
tropezaban y se giraban, perdida la orientación tardaban en volver a
girar y seguir al resto. Apenas hacían ruido, algún gorgoteo
ocasional salía de sus bocas entreabiertas.
Empezaron
a llegar en pequeños grupos, venían por la carretera de la Avenida
España, los dos carriles de entrada a La Línea estaban despejados
de vehículos hasta el Príncipe Alfonso, desde aquí arriba puedo
ver a todo lo largo de la línea de costa hasta la curva de entrada a
Gibraltar. La Aduana está completamente militarizada, al menos
cuatro líneas de alambre de espino, bloques de hormigón
impidiendo el paso franco de vehículos. Pero no hay ni un solo
soldado, ya no queda nadie. Se replegaron a la Zona Segura de
Algeciras. ¡Já!, como si Algeciras fuera un sitio seguro. Sólo hay
moros por todos lados. Siempre he odiado esa ciudad.
Los
soldados se montaron en sus todoterrenos y se fueron, acarreando a
las pocas personas que aún no se habían ido de La Línea. Los
ingleses del otro lado los despidieron con caras largas. No parecían
contentos de verlos ir. Yo me mantuve escondido en mi piso. Luces
cortadas, nada de grifos abiertos. Nadie me va a decir lo que tengo
que hacer. Y menos viendo como han llevado el tema de la propagación
del virus. Si son incapaces de cuidar de los enfermos cómo coño van
a cuidar de los sanos. Dice la radio que debemos reunirnos en las
Zonas Seguras del Gobierno. Montones de hombres, mujeres y niños en
zonas acotadas por vallas vigiladas por los militares. Eso no es para
mí. Y he debido acertar. Algo ha pasado en Algeciras. Todo el día
de ayer he visto columnas de humo. He oído
explosiones. El día estaba muy claro y he podido ver mucho
movimiento en el Puerto, barcos y vehículos llenos de gente
intentando huir. Muchos incendios en la ciudad. El caos debe ser
espantoso.
Esta
mañana, cuando
me despejé lo suficiente para prestar atención, casi me cago en los
pantalones. Por la Avenida España venía una masa de cuerpos
tambaleándose, no tenían prisa, pero sin pausa se dirigían hacia
Gibraltar. Estaba claro, el ruido les atraía. Debería avisar a los
putos ingleses de alguna manera, pero no quiero atraer la atención
sobre mi escondite. Creo que el edificio está vacío
pero no las tengo todas conmigo. Podría haber alguna de esas cosas
deambulando por algún pasillo.
Es
engañoso el paso tambaleante que llevan. Están avanzando mucho en
poco tiempo, ya han llegado al restaurante chino del edificio
Panorama. Son muchos, deben ser miles. Veo soldados sin armas;
policías,
guardias civiles, mujeres descalzas. Muchos están sangrando. No, no
están sangrando. La sangre está seca, casi coagulada. ¡Cómo coño
andan!. ¿Qué ha pasado con esas personas?.
Me
cago en el puto Gobierno. Una mierda un virus. Aquí ha pasado algo
gordo. He visto a un tipo con medio cuerpo quemado, le falta el brazo
derecho más arriba del codo y sigue andando. Ese no está enfermo.
Desde aquí arriba no se ven bien los detalles pero esa gente no
parece estar bien. Y son muchos; volviendo la vista hacia la
carretera veo que la masa llena los cuatro carriles, zigzagueando
entre los coches que no llegaron a salir de La Linea.
Los
ingleses se han dado cuenta. Debían tener gente a este lado de la
frontera. Putos cabrones, como siempre, aprovechándose
de la situación. Suenan las sirenas. ¡Gilipollas!. El ruido parece
acelerar a esas cosas. Se mueven con decisión. Los veo pasar bajo mi
posición, flota
un aire de decisión que da miedo. ¿Qué irán a hacer?.
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