viernes, 11 de enero de 2013

Pedro Alberni, catalán y soldado español


El puesto español más avanzado en el norte de la costa pacífica de Norteamérica era San Lorenzo de Nutka (en inglés Nootka) ocupado desde 1789 hasta 1794. Se perdió debido a una cuestión diplomática con Inglaterra, que se llamó en la época “la cuestión de Nutka”.
Durante la breve vida del establecimiento de San Lorenzo de Nutka, también llamado Santa Cruz, los españoles colocamos una batería en la isla de San Miguel y, bajo sus cañones, un poblado bien abastecido considerando la gran distancia que había desde la base de apoyo español, San Blas, a 1.800 millas, en la costa mexicana de Nayarit. A este pueblo fue asignado el capitán Pedro Alberni como comandante del destacamento militar, bajo las órdenes del teniente de navío Francisco Eliza, del Puerto de Santa María (Cádiz).
En este poblado se intentó el primer experimento agrícola y científico en la costa noroeste de América, dado que los nativos estaban poco interesados en tales esfuerzos. Sin duda, estas actividades agrícolas estaban motivadas por la posibilidad de una ocupación a gran escala del territorio. El protagonismo corresponde a Alberni animado en todo momento por el comandante del establecimiento, quién ponderó entusiásticamente el carácter trabajador, eterano de la guerra de Portugal y endurecido en las luchas con los indios bajo los soles ardientes de Sonora y las regiones tropicales de la Nueva España, del joven catalán “propio del carácter general de su provincia”.
Porque hay que hacer constar que Pedro Alberni era catalán y capitán de los Voluntarios de Cataluña, nacido en 1747, en la zona agrícola de Tortosa. Con 15 años era cadete de la segunda compañía de Infantería Ligera de Cataluña. En el año de 1762, dos compañías de Cataluña fueron enviadas como refuerzo a la guerra contra los portugueses. Alberni se presentó voluntario. Y en esa unidad permaneció los siguientes 35 años de servicio hasta su muerte en California. Pues las dos compañías de Voluntarios de Cataluña fueron enviadas a la frontera norte del virreinato de la Nueva España en 1767, teniendo un elevado protagonismo en la ocupación de la Alta California en 1769. El propio Alberni nos cuenta en su historial que “hice 26 salidas a campaña contra los indios seris, pimas y pápagos. Además de cuatro ataques al reducto principal de los indios en Cerro Prieto.” Todo esto en los 38 meses que duró la lucha contra los indios. Hasta 1776 sirvió, con el grado de capitán, como comandante de la provincia de Nayarit, cuya capital, Tepic, era el centro logístico de la expansión española en la costa pacífica de Norteamérica. Llegó a ser muy popular entre los misioneros y los indios y dejó la provincia en perfecto orden.
Pasó a su siguiente destino, comandante y gobernador militar del fuerte de Nutka, cargo en el que sirvió durante 35 meses y donde fue ascendido a teniente coronel por sus servicios. En esta fecha, los catalanes habían disminuido notablemente en la composición de las compañías de voluntarios: de un total de 144 españoles sólo quedaban 17 oriundos de Cataluña, 43 de las diversas regiones peninsulares, 1 del Piamonte y 79 americanos.
Una vez en Nutka, con un destacamento de 31 soldados, Alberni estableció las guardias necesarias para la protección de la batería de San Miguel, el buque insignia y el establecimiento de Yuquot. Como no era partidario de mantener a sus hombres ociosos cuando servían en la frontera, Alberni dirigió la construcción de diversos establecimientos, edificios, almacenes y tinglados alineados en la Cala de los Amigos (actualmente Friendly Cove). Además “adiestró a su tropa en el cultivo de las hortalizas, él excavó pozos y formó acueductos. Crió alguna cantidad de aves y hubiera sido capaz de defender del hambre a toda la tripulación con sus continuos arbitrios”. El oficial catalán llegó a ser un excelente diplomático en la convivencia diaria. A los visitantes extranjeros se les hacía la boca agua con sus productos de la huerta, sus bien cuidadas aves de corral y sus frutos silvestres. Más significativa fue su destreza en las relaciones con los indios de Nutka, habitantes originales de la región, que estaban muy deterioradas desde la llegada de los españoles. El anterior comandante había matado de un disparo a un jefe principal de la tribu, y el nuevo jefe, Maquina, no se relacionaba con los españoles. Alberni se dio cuenta del complejo de inseguridad que Maquina padecía, ideó una estratagema para reafirmar al jefe en su perdida confianza, un plan viejo como el tiempo: utilizar el halago en grandes cantidades. Se trataba de fomentar en Maquina el deseo de visitar a los españoles para halagarle los oídos. Nuestro catalán compuso una pequeña canción con las pocas palabras nutkesas que conocían en aquella época utilizando una popular canción andaluza “El Mambrú”, celebrando la grandeza y amistad que España profesaba a este jefe y a toda su nación:
                                         Maquina, Maquina, Maquina
                                         Es un gran príncipe amigo nuestro
                                         España, España, España
                                         Es amiga de Maquina y de Nutka.
El compositor Alberni enseñó esta canción a toda la tropa, quienes la cantaron enseguida como canción de moda especialmente dirigida a Maquina. El éxito fue inmediato. Maquina se llegó al campamento español pidiendo que le enseñaran la canción. Se la aprendió tan bien que dos años más tarde aún la cantaba según recogió el naturalista José Mariano Moziño. La amistad que había renacido perduró y dio sus frutos: los españoles eran obsequiados con cantidad de peces que los indios pescaban.
Pero donde más se distinguió Alberni fue en las actividades agrícolas, muy apreciadas y meritorias. Hizo trabajar a sus soldados limpiando matorrales, talando árboles, cavando zanjas, abriendo canales de riego y arando la tierra. Para estos trabajos “utilizaba a los que antes de tomar el fusil habían manejado la hazada”, “logró cambiar ásperas breñas en manción agradable y útil al navegante.” Alberni se propuso hacer la, más tarde conocida como, Columbia Británica lo más parecida posible a Cataluña. Simultaneaba los trabajos agrícolas con la cría de aves de corral, como pavos, pollos, patos, etc. Su esfuerzo encontró un enemigo duro de roer: las ratas, “a causa de que no obstante la diligencia con que se perseguían, se habían extendido con más rapidez las ratas que habían traído las embarcaciones”.
Motivado por el deseo de organizar una base agrícola permanente para un futuro establecimiento definitivo de los españoles en la zona, Alberni llevó a cabo su experimento agrícola sistemáticamente; sembró varios surcos de vegetal y un semillero a intervalos semanales para determinar el tiempo más apropiado para la siembra, teniendo en cuenta la corta duración de la estación con la que tenía que enfrentarse. Tenemos muchas noticias de diversos viajeros, como los oficiales de la expedición Malaspina en 1791: “los rábanos alcanzan proporciones gigantescas tan grandes como el muslo de un hombre y siempre muy tiernos; de las lechugas decimos que son tres veces más grandes que en la Europa.” Sabemos que las calabazas y los tomates eran muy pequeños y no maduraban bien. Los garbanzos dan la mata verde pero no granan, lo mismo le ocurría al trigo y al maíz. La que sí cuajó bien fue la cebada, al igual que la patata. Todas las cosechas necesitaban grandes cuidados porque o bien se pudrían por exceso de lluvias o por carencia de las mismas se producían gusanos que malograban las plantas.
En el terreno de la ganadería todo iba bien, los corrales para el experimento porcino estaban emplazados en la isla de los Cerdos (Hog Island), entre el establecimiento y la batería. “Como en invierno se cubre de nieve el terreno, y en verano no se encuentran yervas al propósito que poder guardar para aquella estación, no es dable mantener ganado vacuno ni lanar, y sólo puede tenerse de cerda y algún cabrío”.
Muchos años después de la marcha de los españoles de Nutka, aun quedaban evidencias del huerto tan cuidadosamente cultivado por Pedro Alberni y sus hombres. John Jewitt, un marinero yanqui que estuvo varios años prisionero del jefe Maquina, ha dejado un relato del experimento de los españoles en el que se mencionan diversas plantas europeas que habían conseguido propagarse como las cebollas, los guisantes y otras; que les permitieron a él y a un correligionario sobrevivir cuando los indios salían al mar a la caza de la ballena y los dejaban a merced de las mujeres.
Alberni había sido ascendido en Nutka y estaba tan bien considerado por sus superiores que éstos pensaron en alguna clase de distinción especial, gracias a las recomendaciones tanto de Bodega y Cuadra como de Malaspina y del virrey de la Nueva España. En 1792 fue propuesto como gobernador de California, la máxima autoridad tanto militar como civil de la provincia. Aunque no consiguió el puesto, poco después fue trasladado a California como comandante militar del presidio de San Francisco. A la muerte del gobernador Borica, llegó a ser comandante militar de la Alta California, con el grado de coronel.
En Monterrey, capital de California, el 11 de marzo de 1802, cuando le faltaban cuatro meses para cumplir los 40 años de servicio en el ejército, Alberni murió de hidropesía.
En su honor, existe hoy en la costa oeste de la Columbia Británica, Canadá, un gran canal llamado Canal Alberni, con su correspondiente ciudad en el interior del canal, llamada Puerto Alberni.

Para saber más, como siempre la Wikipedia. Y en este caso, como en otros muchos sobre la historia de España, mejor la Wikipedia en inglés que la española

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