sábado, 15 de octubre de 2011

¡Se comió un corazón humano, por Dios!

Esta es la historia de Francois el Olonés.

De origen francés, nacido en 1630, realmente odiaba a los españoles. Al principio de sus correrías estuvo a punto de caer bajo las armas de los exploradores españoles, y en lugar de reconsiderar su carrera y convertirse en granjero o algo así, decidió que pasaría el resto de sus días en una cruzada anti-española. Lo hizo saber a los cuatro vientos de la siguiente forma, cuando asaltaba una embarcación española, mataba a todo el mundo excepto a un testigo al que enviaba a las autoridades con este mensaje: “Nunca, de ahora en adelante, daré cuartel a los Españoles.”
Eso fue sólo el principio. Considerando que pasó luego, podemos pensar que esos que perdieron la cabeza fueron los españoles afortunados.

Habiéndose hecho una reputación, El Olonés organizó una flota pirata de ocho barcos y cientos de hombres, se dedicó a atacar las ciudades españolas de Sudamérica, capturar barcos de la Flota del Tesoro y, generalmente, ser un forúnculo en el trasero de cualquiera cercano a los españoles. Sin duda, también mató a una buena cantidad de marinos portugueses, ya que ¿quién puede distinguirlos?.

La situación dio un giro espectacular cuando El Olonés sufrió una emboscada cuando estaba saqueando la costa de la actual Venezuela. Las tropas españolas, superiores en número y armamento, masacraron a los piratas, el Olonés escapó por poco y, de alguna manera, consiguió capturar algunos españoles por el camino. El problema que se le presentaba era simple, ¿por donde huir sin caer en las fauces de otras embarcaciones españolas?. ¿Qué hacer?.

Para la mentalidad de la época, la solución era muy fácil. El Olonés sacó su espada, la clavó en el pecho de un prisionero español, le sacó el corazón con sus manos y comenzó a desgarrarlo con sus dientes, como un lobo hambriento, diciéndole a los prisioneros: “Me comeré al resto de vosotros, si no me mostráis una forma de huir de esta persecución.”

Los prisioneros, haciéndose cruces, hablaron y los piratas consiguieron escapar. Pero no sirvió de nada a los prisioneros. La tripulación pirata comió carne humana durante una semana.

Un par de años después, aterrorizó las costas de Centroamérica cometiendo robos, asaltos y asesinatos, hasta que el Olonés naufragó con sus hombres en un banco de arena. La tripulación hallaba hambrienta y, pese a todas las medidas (descarga de cañones y objetos de peso), el navío no consigue volver a flote. Durante seis meses, el Olonés debe defenderse de los incesantes ataques de los indios y, finalmente, con tan solo 150 hombres, consigue mediante barcas planas construidas por ellos llegar hasta la desembocadura del río San Juan, que le abre el camino hacia el lago Nicaragua. Pero una vez allí, los indios y los españoles le fuerzan a retroceder. Deberá continuar con ayuda de las velas, hacia las costas del golfo de Darién. Habiendo bajado a tierra para encontrar víveres y agua potable, un día es sorprendido por nativos pertenecientes a la tribu kuna, que practicaban la antropofagia o canibalismo, el Olonés y todos sus hombres fueron atacados; solo un hombre logra salvarse de la lucha y escapar. Este fue quien relató más tarde cómo los indios de Darién atraparon al Olonés y lo descuartizaron vivo para echar sus trozos en el fuego, según el testigo:
...lo despedazaron y descuartizaron, lo asaron y... se lo comieron.

Era el año 1671, tenía 40 años

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