jueves, 7 de julio de 2011

El pellejito de Jesús

Si un Papa iba a la peregrinación del prepucio de Abraham nada menos que en 1728, no debe extrañar que el prepucio de Jesús haya conmovido a los devotos cristianos tan profundamente.
 
Una larga nómina de Padres de la Iglesia estuvieron atormentados por el destino de este prepucio, que Dios debió perder al octavo día de su vida terrenal.
 
¿Se había podrido? ¿Se había vuelto demasiado pequeños o había crecido milagrosamente?¿Se fabricó el Señor uno nuevo?¿Lo tenía en la Última Cena, cuando convirtió el pan en su cuerpo?¿Tiene prepucio, ahora en el Cielo, y es adecuado a su grandeza?¿Cual es la relación entre su divinidad y el prepucio?¿También se extiende la divinidad al prepucio?¿Y la reliquia? ¿Puede ser auténtica?. Y finalmente, ¿porqué hay tantos prepucios de Jesús?. El ex dominico A. V. Müller escribió en 1907 "El sagrado prepucio de Cristo", anotando, al menos,  trece lugares que se vanaglorian de poseer el "auténtico" prepucio divino: el Lateranense y los de Charroux (Poitiers), Amberes, París, Brujas, Bolonia, Besançon, Nancy, Metz, Le Puy, Conques, Hildesheim, Cálcala y "algunos otros".
 
El precioso bien llegó a Roma de la mano de Carlomagno (hacia el año 805), a quien se lo había facilitado un ángel.
 
Con el tiempo, se desarrolló un culto prepucial en toda regla. En 1427 se fundó una Hermandad del Santo Prepucio. Muchas personas, y en especial las embarazadas, peregrinaban para visitar el pellejo conservado en Charroux, al que se atribuyó un efecto benéfico sobre la marcha del embarazo en la época de Voltaire y en la de Goethe. La pieza conservada en Amberes tenía sus propios capellanes. Cada semana se celebraba allí una misa mayor en honor del santo prepucio, y una vez al año lo llevaban "en triunfo" por las calles.
 
Aunque era pequeño y casi invisible, los favores que concedía debían ser grandes.


Una monja muerta en Viena en 1715, Agnes Blannbekin, tuvo una relación "muy especial" con el prepucio divino.
 
Nos lo contó el benedictinio austriaco Pez en 1731:
 
Casi desde la adolescencia la Blannbekin había echado de menos esa parte que Jesús había perdido: el ilocalizable pellejo del pene del Señor. Más concretamente, "siempre que llegaba la fiesta de la Circuncisión solía llorar el derramamiento de sangre que Cristo se había dignado padecer desde el mismo comienzo de su infancia, lo que hacía con íntima y muy sincera compasión."
 
Y precisamente en una de estas fiestas ocurrió que, justo después de la comunión, Agnes sintió el prepucio en su lengua. "Mientras estaba llorando y compadeciéndome de Cristo comencé a pensar en dónde estaría el Prepucio. ¡Y ahí estaba! De repente, sentí un pellejito, como la cáscara de un huevo, de una dulzura completamente superlativa, y me lo tragué. Apenas lo había hecho, de nuevo sentí en la lengua el dulce pellejo, y una vez más me lo tragué." ... Y esto lo pudo hacer unas cien veces....

Y le fue revelado que Prepucio había resucitado con el Señor el día de la Resurreción.
 
Tan grande fue el dulzor cuando Agnes se tragó el pellejo, que sintió una dulce transformación en todos sus miembros.

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