martes, 21 de septiembre de 2010

El transporte de los Cruzados

Durante las Cruzadas la forma más habitual y rápida de dirigirse a Tierra Santa era en barcos, tanto para los peregrinos como para los combatientes. A nuestros ojos del s. XX, las embarcaciones de madera de la Edad Media parecen feas y sin gracia, poco más que pequeñas bañeras redondeadas. La nave mercante típica tenía unos treinta y tres metros de largo por nueve metros de ancho, aproximadamente. Compárense estas cifras con la medidas de un avión moderno como el Airbus A320, que tiene algo más de treinta y seis metros de largo por cinco metros de ancho; este avión transporta hasta ciento cincuenta pasajeros y ocho tripulantes en vuelos de (normalmente) cuatro horas y media, al cabo de las cuales la mayoría de los pasajeros tienen calambres y se sienten nerviosos.

Los barcos de transporte medievales podía llegar a llevar hasta seiscientos pasajeros además de una tripulación de entre ochenta y cien hombres. En cada uno de los extremos estas naves poseían estructuras de madera conocidas como castillos, que hacían que la altura global del casco superara los doce metros. Los camarotes de los caballeros se ubicaban en la torre más alta y proporcionaban lo que entonces era considerado un alojamiento de lujo, donde al menos podía permitirse algo de privacidad. El grueso de los hombres se alojaba en la parte central de la nave, hacinados en el espacio más estrecho posible (unos sesenta centímetros por metro y medio por persona, leemos en un estatuto de mediados del siglo XIII). Los crujidos de la madera y el chasquido de las velas, el olor del mar y del sudor, unidos a la proximidad de tantísima gente convertían el viaje en una experiencia increíblemente dura.

Los medievales estaban acostumbrados a compartir alojamiento en el gran salón del castillo, pero aquí se añadía su falta de familiaridad con el viaje por mar y el hecho de que los marineros tenían que llevar a cabo sus tareas entre los cruzados. Mientras se acurrucaban en la oscuridad bajo las cubiertas y rodaban de un lado a otra en las entrañas húmedas y frías de la nave, muchos viajeros debían de arrepentirse de haber abandonado tierra firme. Sobre ellos se elevaban mástiles de más de treinta metros y velas que chasqueaban azotadas por el viento. De acuerdo con los estándares actuales , estas embarcaciones eran lentas y un viaje entre Venecia y Acre ( menos de tres mil kilómetros en línea recta) podía tardar entre cuatro y seis semanas.

La naves que llevaban los caballos, esenciales para la supremacía de los caballeros occidentales en sus temibles cargas, se llamaban taridas, eran movidas por remeros principalmente y para impulsar cada una se requerían unos cien hombres. Solían llevar unos treinta caballos cada una, y almacenaban grandes cantidades de comida y agua para alimentarlos, cada animal debía ser suspendido de eslingas para impedir que cualquier movimiento brusco de la nave le hiciera perder pie y provocarse heridas; además, era necesario limpiarlo y tirar el estiércol por la borda. Los caballos se encontraban en la parte más baja de la embarcación, cuya entrada principal quedaba por debajo de la línea de flotación cuando su carga estaba completa. Una vez preparados para la batalla, la nave se hacía varar en la costa, con lo que esta puerta podía abrirse y los caballos, ensillados y con sus jinetes completamente armados encima, atravesaban una rampa y salían de la nave para entrar de inmediato en combate.

1 comentario:

  1. Anoche vi Robin Hood (con Russell Crowe), la película comienza en el momento en que vuelve de las Cruzadas; no tengo ni la más remota idea del mito de Robin Hood y de esa parte de la historia, y menos de la inglesa, y si bien lo que nos cuenta no es gran cosa y tampoco conozco si las descripciones son fieles a la realidad histórica (me refiero a si las armaduras eran de esta u otra forma o si los arcos se manejaban de una u otra manera) hay una faceta que si destaco de la película y que hace que pueda merecer la pena el tiempo que consumes viéndola (dura más de dos horas), los escenarios son grandiosos, las batallas son espectaculares y la fotografía muy atractiva…hay una batalla en una playa que parece una mezcla de Gladiator y Salvar al soldado Ryan, es decir, dinero se han gastado y eso se nota. Una película estupenda para comprarse unas palomitas y ocupar la noche del sábado sin gastar mucho dinero.

    ResponderEliminar