jueves, 7 de enero de 2010

Ataque inglés a Lisboa en 1589

El fracaso de la contraofensiva inglesa de 1589

La abortada contrarmada de Drake para la toma de Lisboa demostró que España, igual que Inglaterra, resultaba fundamentalmente inviolable por tierra y que se prometía más rentable la guerra náutica y colonial.
España bajo los Austrias John Lynch


Basado en un documento del Archivo de Simancas, Avisos de Inglaterra de 2 de agosto 1589, desempolvado por Hugo O´Donnell y duque de Estrada, Revista de Historia Naval, 1982.

El autor del documento debió ser un agente de la corona de España, lo que se llamaba un confidente. El destinatario es el jefe de la red para asuntos de los países anglosajones: Alejandro Farnesio, duque de Parma.

Es una relación testimonial de la reacción oficial y popular ante el conocimiento del desastre de la Gran Armada, circunstancia que le brindó a la reina Isabel la oportunidad de pasar a la ofensiva, en noviembre de 1588 comenzaron los preparativos. La Reina, hasta entonces tan cauta frente a España, dio su conformidad a un plan absurdo y precipitado, con mucho de negocio mercantil. El pretexto oficial era el de poner en el trono de Portugal al pretendiente don Antonio, prior de Crato, en ese momento refugiado en Inglaterra. Esto carecía de base jurídica, ya que el mejor derecho correspondía a la católica majestad del rey Felipe II de España, cuya madre, la emperatriz, fue la hija mayor de don Manuel el Afortunado.

El peligro para España era claro, se desprende de las capitulaciones con la Reina y su consejo por las que don Antonio prometió en pago de la ayuda de la flota y ejército expedicionario ingleses, el tributo perpetuo de 300.000 ducados de oro al año y la entrega de 5.000.000 a los dos meses de la conquista. Las sedes episcopales sería ocupadas por católicos ingleses fieles al gobierno inglés y, lo que era más grave aún, aceptaba guarnecer los castillos y fortalezas con tropas inglesas mantenidas por los portugueses. Además de futuras concesiones comerciales en la Indias portuguesas. Todo esto convertiría a Portugal en una mera dependencia militar y mercantil de Inglaterra.

El mando naval de la expedición lo ostentaría Drake, mientras que la fuerza expedicionaria obedecería las órdenes de Ralph Norris. El 13 de abril de 1589 salió de Plymouth la flota que se dirigió a La Coruña, donde intentaba conseguir aprovisionamiento gratis para las naves gracias al saqueo. El Rey Felipe II estaba más preocupado por la posible caída en poder de los ingleses de las reliquias del Santo Apostol Santiago. El pueblo coruñés hizo frente a todos los ataques con gran heroísmo como reconoció el hispanista Thomas Walsh. Los vecinos se apresuraron a comprar armas y hasta las mujeres lucharon detrás de los hombres con piedras y agua hirviendo.

Don Antonio y sus aliados tuvieron que hacerse a la vela el 1 de mayo de 1589, sólo pudieron saquear y quemar la pescadería y el monasterio de Santo Domingo. Este retraso ante La Coruña permitió al representante del rey en Portugal, el cardenal Alberto, completar sus preparativos de defensa.

Tras desembarcar a varias millas de Lisboa, los ingleses tomaron la fortaleza de Peniche; pero los caballeros portugueses permanecieron fieles al Cardenal y las tropas invasoras, tras destruir y saquear algunos barcos de la Liga Hanseática fondeados en el Tajo, tuvieron que hacerse a la vela y regresar a Inglaterra pues no tuvieron deseos de enfrentarse a la tropas de infantería española.

La mayor parte del pueblo bajo portugués no aceptaba la dominación española, pero Felipe II había aprendido la lección de los Países Bajos y llevó a cabo un inteligente uso del dinero, se creó un partido hispanófilo. La nación necesitaba del tesoro americano, sus naves servían con buenas ganancias a España. El Rey Felipe II respetó todos los acuerdos tomados antes de la ocupación: la asamblea sería portuguesa, los cargos políticos y administrativos serían ocupados por naturales del país, no habría fuerzas de ocupación y la defensa nacional estaba encomendada a tropas portuguesas, que combatieron duramente al pretendiente. Se habían suprimido las aduanas fronterizas y prohibido los impuestos castellanos. Portugal no fue incorporado ni tratado como nación sometida.

Por todo esto, los portugueses lucharon contra los invasores con denuedo y fiereza. Los ingleses perdieron de 16.000 a 17.000 personas y de ellos cerca de 4.000 marineros. A la vuelta sufrieron de hambre, necesidad y calores, muriendo muchos más soldados y marineros, aunque de los oficiales superiores sólo murió el tesorero general de la Armada. Perdieron de 12 a 15 bajeles de la Armada sin haberse encontrado con ninguna nave española. Los supervivientes fueron reembarcados y regresados a Plymouth, muriendo muchos aún después de llegar a Inglaterra por las penalidades sufridas; su derrota redundó en descrédito de Drake, que no volvió a la gracia de Isabel hasta 1594. Los ingleses cambiaron su forma de actuar, y comenzaron a conceder patentes de corso para hostigar las posesiones españolas.

En opinión de John Lynch la piratería es un signo de debilidad, no de fuerza. Las acciones inglesas eran un tributo a la potencia superior de España, pues ésta poseía las colonias que Inglaterra sólo podía asaltar. Esto sería así durante todo el siglo XVII y bastante parte del XVIII. La situación sólo cambiaría a principios del s. XIX con la independencia de la América Hispana y la introducción del librecambismo en las relaciones internacionales.

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