sábado, 1 de agosto de 2009

Una salvación milagrosa y una muerte natural

Diciembre de 1936, mientras sigue la guerra en toda España, en Madrid se realiza un milagro, un milagro médico de singular importancia.

El médico canadiense comunista Norman Bethune, atendiendo a la llamada del internacionalismo obrero está en Madrid ejerciendo su profesión en primera línea de fuego, ha visto morir a muchos heridos debido a la falta de sangre: hasta ahora, las transfusiones sólo pueden hacerse directamente de una persona a otra. Bethune decide probar un nuevo modo de realizar las transfusiones sin que sea precisa la presencia física del donante: consigue dinero de su país, solicita donantes de sangre y el 23 de diciembre consiuge la primera transfusión de sangre de la Historia en la que el donante no tiene que estar junto al receptor.


Primera unidad movil de transfusión de sangre.
Origen foto: Wikipedia.org


El primer beneficiado es un chico en pleno shock por pérdida de sangre. Cuando el doctor le inyecta la aguja en el brazo, abre los ojos. Luego sonríe y le dan un cigarrillo. Y entona un “¡Viva yo!” que no es ninguna fanfarronada, porque acaba de volver a la vida.

En el año 1938 Bethune viajará a China al estallar la guerra contra el Japón y trabajará allí dos años hasta su fallecimiento, al contraer una septicemia. Mao Tse-Tung le dedicará unas palabras elogiosas en su funeral.




En el Madrid en guerra también hay quien muere de forma natural, es el caso de Leonardo Torres Quevedo, el ingeniero español más conocido en el extranjero, que muere el 18 de diciembre a punto de cumplir los 84 años. Su fallecimiento pasa desapercibido.

Torres Quevedo proyectó el primer dirigible español, construyó el trasbordador del monte Ulía de San Sebastián (el primero apto para el transporte de personas) y el Niágara Spanish Aerocar, que cruza todavía hoy, con leves modificaciones, sobre las célebres cataratas.


Origen foto: Wikipedia.org

Pionero del mando a distancia, había guiado en 1906 por control remoto un bote, en presencia del Rey Alfonso XIII, en el puerto de Bilbao, causando una enorme sensación. Su invento más llamativo fue el jugador ajedrecista: un autómata quejuega con el rey y la torre blancos contra un jugador humano que maneja el rey negro: el autómata lograba siempre dar jaque mate. Este ingenio se cita como precursor de la inteligencia artificial.

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